Estaban unas monjas prepar�ndose para ordenarse, haciendo una simulaci�n de las palabras que ese d�a se pronunciar�an.
Iban pasando una a una con el sacerdote al frente diciendo:”Padre, yo me ofrezco”…”Padre, yo me ofrezco”… “Padre, yo me ofrezco”… De pronto dice una de ellas: “Padre, yo me doy.”
La madre superiora preocupada se acerca a ella y le dice: “Hermana, no se dice: yo me doy; tienes que decir igual que las dem�s hermanas: yo me ofrezco”, y ella le responde angustiada: “No Madre, es que yo no meo fresco, �yo meo calientito y espumoso!”