Despu�s de la guerra, el sargento le ordena a su batall�n que recojan todos los cad�veres del ej�rcito de Tontilandia. A los dos d�as, llega el cabo:
“Se�or, ya hemos terminado con la recolecci�n.”
“Muy bien, cabo, ahora, proceda a enterrarlos.”
A los tres d�as, llega el cabo:
“Ya he terminado, se�or.”
“Muy bien, vayamos a ver.”
Cuando llegan al cementerio, el sargento ve que todos los cuerpos est�n enterrados de pie y con la cabeza afuera de la tierra. El sargento le pregunta qu� demonios hizo, a lo que el cabo contesta:
“Bueno, los enterr� as� para no confundirnos con las l�pidas…”