En cierta ocasi�n, se re�nen los ginec�logos de toda Colombia en una convenci�n nacional cuyo objetivo es intercambiar experiencias respecto de las anomal�as y problemas que en su vida profesional han encontrado en su ‘sitio’ de trabajo. En su intervenci�n, el decano de ellos expone:
“Estimados colegas, el caso m�s sorprendente que se me ha presentado es el haberme encontrado con un cl�toris como un mel�n”.
Ante esta afirmaci�n, los dem�s miembros de la convenci�n susurran:
“�Mi madre, el maestro desvar�a! �Es imposible encontrar un cl�toris con semejante hipertrofia, es necesario corregir al maestro, puede ser que la memoria le falle!”
Entonces, inician una especie de cruzada para determinar cu�l de los presentes lo corregir�. Como es l�gico, ninguno quiere emprender tan inc�moda tarea. Finalmente, uno de ellos se decide e increpa al maestro dici�ndole:
“Perd�n, doctor, �no cree usted que hablar de un cl�toris del tama�o de un mel�n es un poco exagerado?”
En aquel momento, el anciano galeno responde:
“�Y a usted qui�n le ha dicho que hablo del tama�o? Hablo del sabor, del sabor…”