Fidel Castro, desesperado ante la situaci�n de Cuba, se sienta en la Plaza de la Revoluci�n y se dirige a la estatua de Mart�:
“Por favor, Mart�, ay�dame a resolver el problema de mi pa�s.”
Y al rato siente una mano que le toca el hombro y le dice: “Si quieres que te ayude traeme un caballo.”
Fidel, asustado, sale corriendo y le hace el cuento a su hermano Ra�l, el cual quiere comprobarlo por sus propios ojos y acompana a fidel a donde se encuentra la estatua de Mart�. Fidel repite su pedido y al poco rato Mart� le contesta:
“Te dije que me trajeras un caballo, no un burro.”