Se acerca un tipo al confesionario:
“Padre, vengo a confesarle mis pecados”.
“Adelante, hijo, estoy para escucharte y orientarte”, le ofrece el sacerdote.
“Ac�some de que �ltimamente he fornicado con muchas mujeres gordas y feas”.
“Mal, hijo, muy mal… Habiendo tantas y tan buenotas”.